lunes, abril 24, 2006

Primer Concurso de Nanologías: Tercera Mención Honrosa

Ahora que se evidencia con juerzas una revitalización de las secciones de Los Hijos Negados, es menester la divulgación de la Tercera Mención Honrosa correspondiente a nuestro Primer Concurso de Nanologías, 'In Memoriam', perpetrada desde la distante Catalunya por Albert García Elena.

Gracias, Albert, y por supuesto ¡visca el Barça!



In Memoriam

Marcus Ekström sufría lagunas mentales. Habitualmente eran cortas como charcos de verano. En una ocasión, sin embargo, su amnesia fue suficientemente prolongada como para olvidarse de nadar, y así murió Marcus Ekström, ahogado dentro de si mismo.

Albert García Elena, 2006.

lunes, abril 17, 2006

Primer Concurso de Nanologías: Segunda Mención Honrosa

Es turno de presentar la Nanología 'La Convicción Del Guerrero' de F. D. 'Capi' Gómez Cadavid, merecedora también de una Mención Honrosa en nuestro Primer Concurso de Nanologías.

Muchas gracias, 'Capi', por haber cochecheado esta Nanología con los OtroNo.





LA CONVICCIÓN DEL GUERRERO


De repente, la jungla se iluminó con el resplandor de una bomba de napalm que estalló en la lejanía. Agazapadas entre el follaje, dos figuras menudas cubiertas con kimonos de algodón negro aprovecharon el momento para beber un poco de agua en el cuenco de la mano, comerse un puñado de arroz y refrescar sus rostros sudorosos.
—¿Camarada, crees que ganaremos esta guerra? –preguntó el más joven, relajado por el breve descanso.
—No te quepa la menor duda –contestó sin pensarlo el más veterano.
—¿Por qué tan seguro?
—¿Cómo crees que puedan ganar la guerra unos soldados que necesitan dormir?...Empuña tu fusil y sígueme, que el tiempo apremia.

F. D. 'Capi' Gómez Cadavid, 2006.

lunes, abril 10, 2006

Primer Concurso de Nanologías: Primera Mención Honrosa

Con agrado presentamos la Nanología 'El Desterrado' de Miguel Ruiz Effio, merecedora de Mención Honrosa en nuestro Primer Concurso de Nanologías.
Gracias, Miguel, por haberla compartido con OtroNo.

EL DESTERRADO

Todavía puedo ver tu rostro revoloteando alrededor de las paredes, deslizándose entre los recovecos, chocando contra el foco de la habitación como una luciérnaga ciega, o derrumbándose estrepitosamente sobre recipientes de agua. Todavía oigo tu risa, y a pesar de que presiono mis oídos para invocar una sordera que no conozco, aún así oigo el estruendo de tus carcajadas. A veces me parece que te ríes de mí, pero trato de no pensar en eso. Trato de no pensar en nada, y no lo consigo. Cada hendidura en la pared me devuelve tus ojos, la humedad condensada en la atmósfera me devuelve tus labios, las superficies lisas que acarician mis dedos me regalan otra vez tus cabellos. Y aún en mi destierro puedo sentir tu perfume, alejándose, por supuesto, pero sin desaparecer del todo. Te encoges para salir desde el fondo de mis tazas, desde detrás de mis retratos, desde las páginas amarillentas de cualquier libro que de vez en cuando releo. Sí, todavía tu rostro aletea en la concavidad de las esquinas, confundiéndose con las polillas que se golpean contra los espejos, o con las luciérnagas que se suicidan dentro de mis lavatorios. ¿Algún día acabarás de desvanecerte? ¿Serás por fin alguna vez un fósil quebradizo que pueda clasificar displicentemente entre mis anécdotas más entrañables? Quizá llegue pronto ese día extraño en que sólo poseas nombre, en que carezcas de rostro, de ojos, de labios; un día gris, detestable, en que te habrás desvanecido también de mis recuerdos. Mientras tanto, desde el cordón que me sostiene, contemplo inmóvil tu rostro inquieto que oscila entre las paredes y el espejo, multiplicándose interminablemente, tu rostro escurridizo y remoto que me resulta imposible de alcanzar, y que lenta y dolorosamente me araña la espalda y la memoria.

Miguel Ruiz Effio, Lima, Marzo de 2006.